Matthew Gutmann, Ph.D. Assistant Professor of Anthropology Brown University Providence, Rhode Island ¿El género es importante? En relación con la pregunta de si el género es un tema de discusión importante, respondería que no es importante a menos que estés interesado en la cuestión de la desigualdad y a menos que estés interesado en las cuestiones relativas a las diferencias entre hombres y mujeres que tienen--lo que muchos académicos llaman--una "calidad de género." Los estudios de género han aparecido en la antropología como resultado del movimiento feminista, particularmente en la llamada "segunda ola del feminismo"--un movimiento político militante, pero también un movimiento intelectual que vuelve a analizar muchas de las cosas que antes fueron dadas por hechas. Si no fuera por eso, yo no estaría hoy sentado aquí hablando de género. El género es algo que está siendo incorporado, en general, por todos lo otros estudios. O al menos debería ser así. Aunque esos estudios tengan que ver con la demografía (los estudios de población, migración, fecundidad y familia), aunque tengan que ver con los patrones económicos del comercio y los mercados, aunque tengan que ver con las relaciones políticas de alto nivel, o aunque tengan que ver con las relaciones políticas en el hogar, me parece que el género es un componente esencial para entender cómo la gente interpreta lo que significa ser hombre y lo que significa ser mujer. La división del trabajo Una de las cosas en las que los antropólogos que estudian México y Latinoamérica se han enfocado han sido las diferencias en la división del trabajo dentro del hogar--quién hace qué con los niños, quién hace qué en los mundanos quehaceres diarios y cómo son esas cosas diferentes en distintos períodos históricos, cómo se diferencian de acuerdo con la clase social y cómo son distintos entre diferentes grupos étnicos. No es suficiente decir, en un momento, que los mestizos poseen un atributo cultural, o una forma de dividir sus quehaceres en el hogar y que los indígenas de Latinoamérica tienen otro--porque al interior de los grupos de población indígena puedes encontrar diferencias enormes, incluso entre las personas que hablan el mismo idioma indígena. Puedes encontrar, en la región costera de habla zapoteca, padres que pasan una gran cantidad de tiempo con sus hijos, jugando con ellos, alimentándolos, bañándolos. En cambio, en las regiones montañosas, te sería muy difícil encontrar infraganti a algún hombre cargando a un bebé. Estas son diferencias culturales; no surgen de una diferencia por los niveles de testosterona basada en atributos masculinos heredados al nacer--porque se nace con un cierto cuerpo masculino. Son diferencias culturales. Y además, cambian con el tiempo. Si existe una división laboral en el hogar, esta no es automáticamente desigual simplemente porque una persona cocina y la otra corta la leña. Tiene que ver con quién toma las decisiones, con la responsabilidad en general, y tiene mucho que ver con las actitudes de la gente involucrada--cómo ven ellos su situación. Machismo Una de las cosas interesante de estudiar con respecto a México es la reputación de los hombres mexicanos como típicos machos. El machismo es visto como algo especialmente mexicano y ha sido fascinante para mí intentar entender lo que es la historia del machismo, tanto la palabra como el concepto. Durante muchas décadas, el machismo ha sido atribuido a los soldados andaluces que trajeron consigo este tipo de relaciones e ideas durante la Conquista de América Latina. También ha sido atribuido a los indígenas. La palabra no está en ninguna canción, poema o cualquier tradición oral o escrita anterior a los treinta o los cuarenta. Esto no quiere decir que el machismo en su sentido sexista--en términos de las nociones de la superioridad masculina y sus prácticas--no existiera antes. Pero algo nuevo surgió en este siglo en México. Creo que está muy relacionado a las nociones de nacionalismo mexicano y a las nociones de lo que significa ser mexicano. Al comienzo de los treinta y cuarenta, ser mexicano se relacionaba con ciertas nociones de valor y bravura, y esto ha sido sinónimo de hombre mexicano. El machismo no es algo exclusivo de México en cualquiera de sus definiciones. Algunas de las imágenes más fuertes del macho en el mundo hoy, ya sean el hombre Marlboro o Rambo, se asocian más con los Estados Unidos. George Bush, cuando el bombardeo contra Iraq, acusó a Saddam Hussein de "ser macho." En toda mi vida, nunca he oído a ningún jefe de Estado en Latinoamérica acusar a otro de ser macho. Los términos macho y machismo se utilizan de hecho más de forma popular en los Estados Unidos que en México. En México, estos términos están más asociados con las ciencias sociales o la jerga periodística. En los Estados Unidos, son usados regularmente como sinónimos de sexismo, y la gente puede hablar casualmente sobre alguien que "es un macho" como una forma de insultar a una persona que merece la etiqueta de sexista. En México ser macho tiene su origen, históricamente, en el término que significa masculino o se remonta al significado en latín y portugués de mula. Es interesante que los hombres y mujeres ancianos a menudo le dan un significado positivo a la palabra macho. Cuando lo usan se refieren a que él ha mantenido financieramente a su familia--que ha sido responsable--como un hombre debe ser. Por el sentido peyorativo que se le ha dado a los términos "macho" y "machismo" en las ciencias sociales y en los círculos periodísticos en México, un hombre joven rechazaría este tipo de etiqueta. Existe una expresión popular que dice: "Ni macho, ni mandilón." Mandilón viene de la palabra mandil; y esta expresión básicamente significa "Yo no le doy ordenes a mi esposa, y ella no me ordena a mí." En opinión de su esposa, tal vez él sea un gran macho, pero él no quiere llamarse a sí mismo macho. ¿Esencia de género? Alguna vez me preguntó un arqueólogo lo que pensaba que podría ser una de las continuidades entre la sociedad precolombina y la sociedad mexicana contemporánea con respecto a las relaciones de género. Mi comentario entonces, y creo que volvería a argumentar lo mismo, es que desde luego hay ciertas similitudes en términos de algunas relaciones de género--creencias, identidades, chismes--entre la sociedad azteca, por ejemplo, y la sociedad mexicana contemporánea. Pero también podríamos encontrar similitudes si revisáramos la Alemania del medievo o el Japón Tokugawa. En otras palabras, encontrarás similitudes si examinas la relación entre hombres y mujeres en cualquier período histórico en particular y lo comparas con otro período. Pero fundamentalmente, creo que sería un error argumentar que existe una sola esencia mexicana, mesoamericana--mucho menos latina--de lo que es ser un hombre o ser una mujer. Creo, efectivamente, que nos hemos metido en muchos problemas a causa de ciertos estereotipos--todos los hombres mexicanos son machos; todas las mujeres mexicanas son abnegadas, autoabnegadas, sumisas. No hay duda de que tengo muchos vecinos y amigos en México a quienes podría llamar, en su cara o a lo mejor no, "machos" o "sumisos." Pero, de la misma forma, tengo muchos vecinos y amigos norteamericanos a quienes podría etiquetar de la misma forma--lo cual no implica decir que todos sólo seamos individuos y que todo sea relativo. Pero, sí esto significa que las grandes generalizaciones por decenas, mucho menos por cientos de millones de personas, para todo tiempo y lugar, no van a ayudarnos a entender la cuestión de los motivos, de la actividad, el porqué la gente hace lo que hace y ¿qué es lo que están haciendo efectivamente? Realmente, esto obscurece los mecanismos del cambio que esta ocurriendo. En México y Latinoamérica las mujeres han jugado un muy importante papel en la lucha por los servicios sociales dentro de sus comunidades, por los derechos indígenas, por derechos los ambientales. Esto no quiere decir que las relaciones sociales se hayan trasformado por completo. Al contrario, en muchos aspectos las cosas se han empeorado. Hay una buena evidencia para mostrar que la violencia doméstica en las ciudades más bien es un problema de hoy que lo que fue antes. No obstante, mi trabajo y él de otros académicos que estudian el género en México señalarían algunos importantes cambios muy similares--pero también distintos--a los que nos son familiares en los Estados Unidos. Ligando el pasado con el presente Hay algunos intentos de mostrar que las relaciones de género entre las comunidades indígenas son similares a las relaciones de género de hace cientos o incluso miles de años. La evidencia arqueológica es muy débil para empezar a hacer este argumento. Hay argumentos sólidos, pero tenemos problemas con muchos de ellos que argumentarían, por ejemplo, que el levantamiento zapatista el 1 de enero de 1994, en el sureño estado de Chiapas, fue una forma del levantamiento milenario que los mayas experimentan cerca de cada mil años. La gente saca los glifos para tratar de consolidar este señalamiento. Creo que el levantamiento en Chiapas fue precipitado por factores más inmediatos--el acuerdo de libre comercio entre los Estados Unidos, Canadá y México, que entraba en vigor el 1º de enero de 1994; el hecho de que las comunidades indígenas por todo Mesoamérica hayan continuado siendo naciones del cuarto mundo, explotadas y mantenidas en una posición de subyugación en mayor medida que a ningún otro grupo de población; los factores económicos del aumento en los costos de producción y la caída de las ventas de todo desde el café hasta el maíz. Yo no daría mucho crédito a la idea de que los mayas son un pueblo que no ha cambiado durante un milenio y que nosotros como moderna raza blanca (creo que a menudo está implícita esa idea) no estamos habituados a esa continuidad de pensamiento y conducta porque estamos más acostumbrados a los cambios rápidos. Como alguna vez apuntó un famoso antropólogo, alguna gente sólo ve las cosas cíclicamente y alguna sólo las ve en una forma más lineal. Mi propio sentir es que universalmente hay nociones de tiempo lineal y de tiempo cíclico. Y creo que los individuos y los grupos sociales tienden a compartir su apreciación tanto del tiempo lineal como del tiempo cíclico, en el sentido de ciclos anuales, ciclos de vida, pero también de la historia. Todavía hay quienes tienen mucha propensión a hacer tan absoluta la división entre los diferentes grupos sociales que llega a implicar la imposibilidad de entendimiento mutuo. Tiendo a pensar que nadie está fuera de la historia y nadie vive en una sociedad que ha sido inmutable y eterna por ningún periodo de tiempo. Pero también tiendo a ser más de lo que llaman un ecléctico que un purista en algunos de estos temas.